viernes, 23 de febrero de 2018

Qui bene amat





Una escuela soviética. No me busquen en la foto, aunque me gustaría ser el niño que sonríe en primer plano.







 Un poema propio publicado ya hace décadas. Lo muestro tal como debió imprimirse (un ratón pocó escrupuloso le mordió la cola sin permiso. Yo me entiendo).






¿Cómo puede el ave nacida para el gozo

vivir en una jaula y cantar?

¿Qué puede hacer el niño

Cuando las penas lo vejan

Sino replegar sus alas tiernas

Y olvidar su joven primavera?



William Blake



A pesar de que éramos un muro
(a fuerza de los golpes recibidos,
tantos que olvidamos ya la cuenta)
casi tan firme como aquel
de ladrillo que rodeaba el colegio
en el que nos robaban el tiempo
tan valioso de la infancia,
aún nos deteníamos
ante un hueco de su superficie
para contemplar un brote de trébol en su fondo
con asombro pueril, de vuelta a casa.

Pronto quedó grabada en la memoria
en letras ígneas la sentencia antigua
«festina lente»*, escrita en la pizarra
por un metódico maestro;

fácilmente
se leía entre líneas el consejo
de la Casa del Saber, cuyos goznes aún chirrían
en la memoria con las puertas de otro infierno:
«lasciate ogni speranza» (abandonad
toda esperanza), rezaba
en realidad, y la perdimos.





Bonifacio Álvarez




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                                                           *  Festina lente= "Apresúrate despacio".  



  

viernes, 2 de febrero de 2018

El tostón de oro.










—Te he dicho que no lo llames así: la palabra es “toisón”. Y es algo muy solemne, antes lo llevó  tu bisabuelo…



—Es que es un tostón, papá. Yo no me quiero poner eso…



— ¡Pero si es solo una pequeña insignia, no el collar de oro! Ese queda reposando en el cojín de terciopelo, para que le hagan fotos.



— ¡No, si solo me faltaba ponerme ese cadenón al cuello! En vez de una princesa parecería una reguetonera, no fastidies…  “Leonor Yankee”…Y terminaría con un collarín ortopédico al final, porque me rompería una vértebra según pesa ese chisme…



— ¡Cuánto drama por un pin en la solapa! ¡Ni que te fuera a poner una banderilla!



—Pues te masacrarían los anti taurinos. Y las feministas no digamos. Ya te veo abdicando más deprisa que el abuelo con el elefante…



— Anda, no te hagas la listilla y no te quejes tanto, que para ser princesa hay que sufrir un poco. Sigamos ensayando, que la ceremonia pública es mañana (suena el estruendo de unos patines rodando por el parquet). ¿Eso es tu hermana?



—Qué va, es mamá. Ahora le ha dado por patinar por todo el palacio…



— ¡Madre mía!, la semana pasada se le ocurrió montar una tienda de campaña en el Salón de las Magnolias, donde se hacen las recepciones oficiales. Y fue peor la anterior, que se puso a tender la colada en los árboles mismos, al aire libre… ¡Anda, que colgar la ropa a la vista en un palacio como si fuera un patio de vecinos! Ahora todo el mundo sabe cómo son mis gayumbos, y eso no es digno para un rey...



— ¿Y por qué hace esas cosas? A mí me tiene alucinada



—Es que ella es plebeya, hija. No tiene sangre real como nosotros, y aún no se adapta a la vida palaciega, hay que entenderla



—Para plebeya mi hermana Sofía, ya que la mencionaste. Plebeya y rara…



— ¿Plebeya tu hermana? ¿Qué dices?



— A ver papá… seamos claros. El abuelo es rey. La abuela es reina. Tú eres rey. Incluso mamá es reina. Yo soy princesa heredera.  Y Sofía es… ¿infanta? ¿Pero qué mierdas es eso?



— ¡Oye respeta a tu hermana, y habla bien! Además todos somos importantes, reyes o plebeyos, no lo olvides. Lo esencial es el respeto. Y como dijo Cervantes “nadie es más que otro si no demuestra más que otro”.



—No, si eso ya lo sé, y es muy bonito y tal. Y además ya te lo escuché en aquel discurso…. Pero es que mi hermana es muy rarita, no lo niegues. Se parece mucho a mamá, y yo nada. Y a ti tampoco me parezco tanto, la verdad. Sobre todo en el carácter, a ninguno de los dos. A veces pienso que me habéis adoptado…



— ¡Pero qué barbaridades dices! ¿Cómo vas a ser hija adoptiva, si eres la heredera natural del trono?



—Bueno, eso es cierto, sería muy extraño... Quizá la adoptada es Sofía. La molestaré con eso cuando la saque de… no dije nada…



— ¿La has vuelto a encerrar en la caseta del jardinero?  (Marca un número con su móvil: “¿Seguridad? Sí, vuelvan a liberarla por favor”). — Pero serás…



— ¡Es que me tiene harta!  No me quiere dejar nunca la Tablet, y la abuela solo le hace caso a ella y la defiende… Y además tú tratas mejor a Sofía, no lo niegues. Hasta te metiste en un tanque con ella, para enseñarle el interior. Y eso que yo soy la heredera y la que haré carrera militar…



—Era un tanque de agua, no seas cínica. Uno de esos depósitos gigantes. Y tuve que descender con ella en rápel desde el techo para rescatarla porque la encerraste dentro tú (todavía no sé cómo)



—Bueno, pero estaba vacío. No se mojó ni nada…



— ¡Ay hija, deberías ser más paciente con tu hermana, y menos celosa!  Y además, a ti te ayudo con la tarea escolar, ¿no? Como cuando grabamos el vídeo oficial por mi cincuenta cumpleaños. A ver, dime el símbolo del Estroncio…



— ¡Anda ya! ¡Si la que me  ayuda con eso es mamá siempre! ¡Tú sólo lo hiciste para darte el pisto y que saliera en cámara!



— Vale, lo admito. Pero tu madre te quemó adrede con la sopa… ¿A que no sabías eso? (con un guiño malicioso)



— ¿Qué dices? Sí es cierto que la sirvió ella misma… aunque en realidad eso también fue para la cámara, claro… Un momento, esa mirada tuya… ¿Quieres decir que lo de quemarme en el video lo planeasteis vosotros? ¿Estaba Sofía en el ajo? ¡Claro, por eso se reía la maldita! ¡La mato, esta vez la mato!



—Eh tranquila, no te sulfures. Fue necesario para dar al pueblo una imagen distendida y simpática de la familia real. Además fue idea de tu madre, conste. Ella domina el tema de la propaganda, es periodista. Y tampoco estaba tan caliente la sopa, no hagas drama…



— ¡No me lo puedo creer, en serio! ¿Estoy en la familia real o en la familia Adams? ¿No me lo podríais haber dicho, en vez de quemarme la lengua de verdad? ¡Lo habría fingido y ya está!



— No habría quedado igual de espontáneo, no es lo mismo.



— ¿Cómo que no? ¡Además yo soy buena actriz!



— A ver, Leonor. Hacerte la muerta en la alfombra cuando se acerca el abuelo, para reírte al ver cómo casi se infarta del susto todo colorado, y cojea luego dando saltitos para pulsar el timbre de emergencia, no es ser “buena actriz”…



—Vale, pero que conste que esa broma solo se la hago cuando va con bastón doble y mantiene bien el equilibrio, no soy tan cafre. Suelta una muleta y salta como puede con la otra. Parece un sapo cojo, es muy gracioso... Lo de tumbarme en la alfombra es porque el suelo de mármol está frío, no soy tonta. Y además lo hago por vengarme, porque solo juega con Sofía desde que le escondí la llave del armero obedeciéndote a ti. Y lo pagó conmigo encima…



—Y ni se te ocurra devolvérsela. Una vez cogió una escopeta de caza de la vitrina y disparó al embajador de Rusia confundiéndole con un ciervo de los que pululan por los terrenos del palacio. ¡Menudo conflicto diplomático tuvimos, casi hay una guerra!. Menos mal que no salió a la luz y no se enteraron los bots rusos…



— ¿Pues qué despiste, no?  ¿Un ciervo? ¡Ni que el embajador tuviese cuernos!



— Bueno, no te creas…



— ¿Cómo?



—Nada hija, cosas de mayores. Tú déjate poner la insignia de una vez. La barbilla recta y sonriendo, imagínate que hay cámaras.



—Buff qué tostón…Está bien (Cediendo, por fin. Fuerza una sonrisa). Pero quiero un móvil nuevo, conste… A Sofía le regalaste una Tablet, ¿no?



—Bueno, ya veremos eso. No lo tengo claro…



—Quiero uno con Facebook, todos tienen Facebook menos yo. Y me entero tarde de los chistes, como ese de la infanta de naranja y de limón que me contaron en la escuela…



—Ese ya es muy viejo, de cuando tus tías eran jóvenes. Y ya sabes que tú no puedes tener eso, por seguridad. Eres la futura reina, no lo olvides. 



—Ni reina ni nada. ¡Como no me regales el móvil, me hago independentista catalana! Y ya verás tú dónde va la monarquía...



— ¡Oye, eso ni en broma!



—Sí lo haré, “Fer mans i mànigues”



— ¡Basta ya! (muy enfadado) ¡Para qué te enseñarán idiomas!



—Ya, ya, papá. Solo te estaba molestando. No te vayas a infartar tú, que ya estás viejo



— ¿Viejo con 50 años? ¡Lo que hay que oír! ¡Qué castigo, de verdad!… (Le pone la insignia en la solapa, con gesto de hartazgo) —.Ya está ¿Para tanto era, dejarte poner un puto pin? ¡Ni que fuera una inyección intravenosa, joder!


— Eh, no seas mal hablado. Que luego se me pega y me regañáis el abuelo y tú



—Pues anda, que tu abuelo es fino hablando… (Ella se queda pensativa)



— Una pregunta, papá



— Dime hija (más relajado)



—Si no fueras rey, ¿qué haríamos?



—Bueno, igual sería tu padre. Y tú serías mi princesa, aunque fuese sin corona



—Ya, muy bonito. Pero, ¿qué haríamos exactamente nosotros?



—Tú estudiar, como ahora. Y yo no sé, quizá sería piloto de pruebas… me gusta el riesgo (Se oye un estruendo y un grito agudo)



—Eso fue arriba. Creo que mamá se estrelló contra El Atleta de Dalí de tu despacho… ¿Piloto has dicho?



—Bueno, ya que hablas de atletas… quizá un día salga disparado como Usain Bolt y me haga monje, para escapar de esta familia de locos (Mira hacia arriba, se oyen quejas lastimeras y voces)... En el monasterio de El Escorial todavía quedan frailes, me haré agustino. Y así de paso me libro de las críticas de los republicanos. Y luego me enterrarán en el panteón real del monasterio cuando me muera, como debe ser. Enterrado a su hora y no en vida, como querrían algunos enterrarme…



— ¿En el monasterio tienen Facebook?



—No creo



— ¿Y si encerramos allí a Sofía?




— ¿Has dicho encerramos, con ce, verdad? 




—  ...




— ¿Leonor?




—  ...







© Bonifacio Álvarez