martes, 30 de junio de 2020

Nunca aprenden solos






Te voy a contar cómo Beethoven compuso Para Elisa. Bueno, en realidad, no exactamente él… El gran compositor, conocido tanto por su talento como por su fuerte carácter, estaba en el estudio, sentado al piano y revisando la partitura de la famosa Quinta Sinfonía, para añadirle unos arreglos. Entonces, una blanca manita se asomó al teclado, y tocó unas notas: “Ti-ri-ri-ri-ri… “, rompiendo su concentración completamente.

–Para, Elisa, que es estoy con algo serio… –Le dijo él, con firmeza. E intentó seguir con su trabajo, pero su alumna insistió en las mismas cinco notas: “Ti-ri-ri-ri-ri”. 

Entonces él se enfadó más, y gritó “¡Para, Elisa!”. Y siguió enfrascado en su partitura. 

Pero no pasó un minuto antes de que ella volviese a tocar una vez más: “Ti-ri-ri-ri-ri”. Eso consiguió poner fuera de sí a Beethoven, que le soltó a la niña un tremendo alarido, el cual vibró en toda la estancia. Incluso en las cuerdas del piano, que zumbaron un poquito sin que nadie las tocase: “¡¡Para, Elisa!!” gritó, iracundo… 

Pero la niña no pareció inmutarse en absoluto, con la barbilla alta y cruzada de brazos, aunque el grito del gran músico le revolvió un poco el flequillo. Beethoven se encaró con ella con su propio cabello alborotado. Y ambos se miraron a los ojos de manera profunda y con el ceño fruncido, como si el maestro y su discípula fuesen cada uno el espejo del otro. Entonces, Beethoven dijo: 

“Conozco esa mirada… a ver, toca eso otra vez”. La niña dudó un segundo, pero él insistió: “Vamos, tócalo”. 

Y ella obedeció:

– “Ti-ri-ri-ri-ri”

–De nuevo –dijo él.

– “Ti-ri-ri-ri-ri”

–Una vez más

– “Ti-ri-ri-ri-ri”

 Entonces, Beethoven sufrió un estremecimiento creativo. Y se removió, ansioso, en la banqueta del piano. Tarareó él las mismas notas en voz alta, pero añadió una pocas más: “Ti-ri-ri-ri-ri… ri-ri-ri-ri”. Y de inmediato, se puso a tocar los primeros compases de la obra y con total soltura en el piano. Luego, se detuvo, diciéndose a sí mismo: “Con razón afirman que soy un genio. ¡Qué idea musical tan brillante he tenido!”. Y se puso a tomar nota de la composición usando un pentagrama, para que no se le olvidase. Y cuando llevaba un rato en ello, volvió el rostro a la niña, que seguía allí muy seria, al pie del piano y mirando cómo él trabajaba.

-¿Qué haces ahí plantada? ¡Ve a jugar!” –Ordenó Beethoven. Su pequeña alumna Elisa, se encogió de hombros, resignada. Y pensó para sí: “¡Ay, estos adultos… siempre hacen lo mismo, nunca aprenden solos!”. Y se fue a jugar con sus muñecas.     






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