domingo, 29 de enero de 2017

Dos poemas, para Z



Obra propia (sin título)



 De vez en cuando iré rescatando algunas cosas de las diversas secciones de este blog, para ponerlas en el escaparate y que les dé la luz un poco.

 Ahí van un par de poemas propios. Aquí hay algunos más:

http://paraguascongoteras.blogspot.com.es/p/poemas.html

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PERFECCIÓN   


Alerta e impasible en cada ciclo,
como sibila insomne,
Tus manos acarician páginas en blanco,
serenas pero ávidas.
Y leen lo que no veo.
Y ven lo que yo sólo sé leer.
Tu acento dice, sin hablar, cosas no dichas.
Y, a veces, calla con un nudo en la garganta.
Eres como un grito de rabia en el vacio,
y también como un suspiro de calma en la vorágine.
Eres nada y todo, porque nada necesitas.
Porque todo es horizonte frío
bajo el dosel iridiscente de tus alas.
Eres todo y nada, porque todo te conmueve,
porque lo amasas todo con tus manos
de delicado orfebre,
 y lo haces claro y pequeño.

Eres pasión más fuerte que el dolor.
Llaga abierta envuelta en un abrazo.
Vivo alcázar que es hogar y fortaleza.
Oro y mármol que pisa un ángel fiero
pero tímido, con los pies descalzos.

Amo el traslúcido vuelo de tu ser
que, por ser él fuego, no puede arder en una llama;
la fugaz polilla que aletea
en su vaivén de seda inaprensible,
y brilla en el fulgor que eres tú misma,
etéreo silfo de mirada plena.
Y esa luz invisible opaca todo.

Pero lo mismo vuelas y sonríes
y no dices por qué, pues no hace falta:
tu razón es un arcano parpadeo,
tu silencio nombra con sutil acento
el alma de las cosas.

            Te doy más amor del que podría darte,
porque también de ti lo obtengo.
Porque me expando y me consumo en tu sol vivo.
Y alzo el vuelo intacto yo, riendo,
sin delatar mi sombra que te adora.
Para abarcar mejor, desde lo alto,
tu insólita verdad, inexpugnable y frágil.

Más allá del tiempo y el espacio,
del reloj y del compás,
del fuego y de la sangre.
Más allá de todas las batallas,
donde el fénix resurge pero agacha la cabeza,
se alza sublime, cual rosa intacta en un incendio,
tu humilde perfección.
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Existes tú. Existes tú.
Nunca lo olvido... pero sí lo olvido.
Tenue en apariencia, a veces,
como oscilante llama inextinguible
que me consume en la pasión de ser yo mismo,
mi materia y mi límite,
pero ardiendo en ti y por ti.

Siempre eres brasa y, a veces, llamarada en mi vida.
Cuando brotas, te tomo de ambas manos,
para bailar los dos en torno a un fuego puro
que alimentamos ambos y aleja lo funesto.

Y si no estás, recuerdo que estás cerca,
que estás aquí... aunque siempre estás aquí.
Pues "aquí" no es un lugar, "aquí" es mi todo;
"aquí" es "en mí", en mi ser que fortaleces.
“Aquí” es cada lugar por el que paso
con tu sombra a mis pies, cuidándome.
Cada sitio en el que permanezco,
contigo estática también, igual que un sol que no me quema.

Pues también eres el árbol a cuya sombra leo
el libro de mi vida, mientras tú pasas las páginas
con tus dedos de nieve
que son caricia en mi cuerpo algunas veces.

Pues "siempre" sólo lo es tu voz en mí,
siempre en mi presente y mi memoria.
Tu voz que me acompaña y me estremece:
que me hace temblar, casi sin miedo;
que me hace reir, casi sin llanto.

Te veo en todo.
Te he visto tantas veces
que, ahora, en el atardecer, cierro los ojos
para escuchar tus pasos en la hierba,
para sentir tu risa caprichosa,
para escuchar tu plática en mi oído.
Mientras tu aliento, igual que un torbellino,
arremolina mis recuerdos secos.

       



         
         © Bonifacio Álvarez

         

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