Quería aprender a tocar la guitarra, así que compró la más cara de las expuestas en la tienda, sin fijarse mucho. Total, no sabía tocar... Se la llevó guardada en un estuche, una vez que le nutrieron el mástil con aceite y le pusieron cuerdas nuevas. Cuando la sacó de allí, con ilusión, para estrenarla al día siguiente, se dio cuenta que le faltaban dos cuerdas. Dos. Maldijo al vendedor por la chapuza. Pero era domingo, con todo cerrado, y no podía ir a reclamarle. Así que salió de paseo para relajarse un poco y olvidar el contratiempo. Vio a un artista callejero manco de una mano, que pintaba con la otra los más bellos paisajes en un cartón sobre la acera. De manera precisa y con una asombrosa rapidez. Debía ser el artista más veloz del mundo…
Y ello a pesar de que le faltaba
un dedo en su única mano disponible, para colmo. Con sólo cuatro dedos, sin usar pincel, coloreaba con primor el prado verde bajo los cascos de un rampante unicornio,
cuando se detuvo frente a él.
Le tuvo una mortal envidia, entonces.
"Quizá yo debería proponerme pintar, en vez de haber comprado esa guitarra
inútil", pensó. Y en un irracional impulso, le robó al artista su caja de
pinturas, y salió corriendo. Si él se había quedado sin tocar la guitarra, el
artista manco no podría pintar nada... Tendría que joderse... Así de absurdo
razonó en su repentino delirio, huyendo con la caja bajo el brazo sin mirar
atrás.
Pero, cuando llegaba a casa con su botín multicolor, le empezó a pesar
la culpa por haber dejado sin su herramienta de trabajo a aquel pobre hombre.
Se dio cuenta de lo injusto y aberrante de su impulso. De la bajeza que acababa
de cometer. Pero se consoló enseguida, cuando sintió un sarcástico alivio, de pronto: al
entrar en el salón, vio que ya no estaba la guitarra en su rincón. Como
firma en la pared, le sorprendió la huella verde de una mano abierta, con sólo
cuatro dedos. Efectivamente, el artista era muy rápido: le había adelantado en la carrera, había entrado en su casa, y se había ido. Todo en tiempo récord, sin ser visto. Le faltaba mano y media, pero tenía buenas piernas...
Bajo la firma verde, había un breve texto: "Es un bajo, idiota"
Aprendió la lección bien. Lejos
de indignarse, olvidó el robo sufrido, y admiró al artista más que antes. Le convirtió
en su ídolo, de hecho, aunque nunca volvió a verle. Pero decidió ser como él en adelante,
idealizándole en su mente. Procuró imitarle lo mejor posible. En todo. Hasta en
el menor detalle, aunque doliese...
Pero no quiso emularle en la
pintura, finalmente. En eso no. Insistió en la música. Se compró una guitarra auténtica
esta vez, con sus seis cuerdas. Pero ahora le sobraban dos.
© Bonifacio Álvarez
Teodosio Sectio Aurea (arte con sombras) Algunas de sus obras, aquí:
http://beautifuldecay.com/2014/01/23/teodosio-sectio-aurea/
http://beautifuldecay.com/2014/01/23/teodosio-sectio-aurea/
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