"Huyendo de la crítica", Pere Borrel del Caso. |
Leo en la web del ABC que se inaugura en el Museo del Prado una interesantísima exposición sobre "metapintura", es decir: obras clásicas presentes en los fondos del museo que aluden en sí mismas al arte mismo de pintar, como los autoretratos de Goya o las Meninas y Las Hilanderas de Velázquez. Además de otras alegorías y trampantojos varios, como el célebre cuadro "Huyendo de la crítica" de Pere Borrel del Caso, que ilustra esta entrada.
Una cita imperdible, para los que estén por los madriles. Madriles sin ene, porque los mandriles (con ene) son algo agresivos. Llevarían muy lejos eso de romper los límites de la bidimensionalidad, y destrozarían de verdad los cuadros. Como ciertos críticos de arte (de los que no se puede huir) y ciertos galeristas...
Aquí está la noticia:
http://www.abc.es/cultura/arte/abci-prado-mira-espejo-201611150223_noticia.html
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Por cierto, hablando de genios y del Prado...
¿Cuántas veces habremos escuchado decir "fulanito es un genio"? (en la pintura u otros campos)
Eso de "genio" se expresa a veces con un exceso de entusiasmo para elogiar a alguien que, puntualmente, hace o dice algo brillante.
Lo interesante es cuando no es algo puntual sino continuo, acorde con un sólido talento. Y sin embargo no todo el mundo -en realidad, casi nadie- con un gran talento en su campo puede ser considerado un genio como tal, por más admiración que atraiga. Eso lo sabemos.
Pero es que en esa limitación habría que incluir también -y eso es lo que quiero señalar- a cualquiera que sí cumpla bien con la definición ortodoxa (y académica) de genio, que consiste en ser capaz de obras geniales, simplemente.
Pues a fin de cuentas, lo que hace al genio no es su obra como tal (aunque ésta sea sublime) sino también -y sobre todo- su capacidad para transformar la realidad con ella.
En otras palabras: el triunfo del racionalismo a ultranza en que vivimos, que no sólo entroniza la razón sobre la irracionalidad -lo cual ya es discutible- sino que la idealiza hasta beatificarla, ha llevado a que se magnifique el estatus de "genio" como el correspondiente al máximo grado de excelencia objetiva con el que se puede caracterizar a una persona, tanto en el aspecto creativo e intelectual como incluso en el humano, a veces. Y ello por encima de cualquier otra alternativa racional o no, y siempre en un sentido cuantitativo esencialmente.
En resumen: "no basta la excelencia para ser un genio", se viene a decir siempre. "El genio es quien es más excelente que la mayoría de los otros", se remata.
Cuando en realidad habría que decir que no basta ser un genio (y serlo de verdad ya es harto difícil en sí mismo, sin duda) para ser un revolucionario en algún campo concreto -o en más de uno-, que es lo que de verdad importa.
Pues analizándolos un poco, es obvio que los verdaderos genios son gente limítrofe, es decir: ni encajan bien en el "statu quo" vigente (en el que sea), ni son rebeldes propiamente dichos. Viven en la frontera, en realidad. Y en la frontera de la realidad, también. En su resbaladizo trampantojo.
Y al verse forzados a adaptarse a ese límite impreciso (entre la acuciante necesidad y la volátil creación) para poder sobrevivir en él, lo terminan siempre transformando, como un hábitat.
Como esos temerarios pájaros que anidan en cualquier lugar inhóspito de nuestras ciudades, convirtiendo nuestro frenético caos en su hogar propio.
©Bonifacio Álvarez
La rueda del progreso (y su peligro) |
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