jueves, 10 de noviembre de 2016

Paulo Coelho y las sardinas




http://www.lecturalia.com/blog/2016/11/09/paulo-coelho-considera-la-pirateria-de-libros-como-una-medalla-para-cualquier-escritor/#comments


Leo en la web Lecturalia (el enlace, arriba) un artículo sobre la (ya conocida) “vuelta de tortilla” que Paulo Coelho le dio a la polémica sobre la piratería en el arte.  Afirmando dicho autor que, no sólo no es mala, sino un elogio para el creador pirateado (para el escritor, en este caso). Algo así como cuando eres célebre y te imita un humorista, vamos.

 Pues a mí –que ni tengo editor– no me hace gracia.

Coelho habla con el entusiasmo irreflexivo de quien invita a barra libre porque va a ser padre, por ejemplo. Bien por él, que vacíe toda la bodega, él puede. Espero que no tenga que cambiar pañales luego.

Aquí, como ya se ha dicho tantas veces, encaja bien la historia del anillo de Giges, que tanto inspiró a Tolkien. Ese anillo que concedía la invisibilidad a quien lo portase, convirtiéndole en impune y liberando sus más bajos instintos. Ahora el anillo es un botón de descarga gratis (yo también lo he pulsado alguna vez, lo admito)

Giges –que era un poco bruto– llegó a matar a un rey para quitarle su poder, aprovechando que nadie le veía. Los más tímidos, sólo le robarían la ropa, dejándole desnudo.

Pero el rey desnudo es otro cuento. Y, ya que lo menciono, no existe casi nadie lo bastante limpio en esto (ni en nada) para señalar la desnudez de otro a viva voz. Pero lo que está mal, está mal, y lo sabemos. Incluso cuando se roba algo minúsculo a alguien “poderoso”, como cuando la Bella robó una simple rosa de la Bestia en su jardín –no citaré más cuentos.

Un escritor (o un artista) necesita público, es cierto, pero también un techo (sin goteras) bajo el que vivir, sea o no un palacio. Y temo que a nadie va a preocuparle nunca demasiado ese "etéreo" detalle de las necesidades materiales de un intelectual, y menos en la impunidad de la distancia. Cuando los hay que ponen pegas hasta para pagarle al albañil que viene a casa con la carretilla y los ladrillos.

Quizá Diógenes vivía en un barril por eso. Claro, que él en realidad no escribió nada…

Ni tampoco Sócrates. Ni otros.

Supongo que a muchos filósofos de entonces les pagaban sus discípulos el bocadillo de sardinas (olviden esta última línea, es que empecé hablando de tortilla y me dio hambre)

Arte contemporáneo comestible, "ready opened".

                                    Es la única foto de sardinas libre de derechos que encontré.

                                    La pueden ver aquí:

                                    El pan, pónganlo ustedes, si me leen. Para que sea "ready made" de veras.
                                    
                                    Buen provecho. 
         
                                   

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